LA FAMILIA EN LA EDAD MEDIA
La estructura familiar de la Alta Edad Media
recuerda a la que se manifestaba tanto en la sociedad romana como germánica al
estar integrada por el núcleo matrimonial -esposos e hijos- y un grupo de
parientes lejanos, viudas, jóvenes huérfanos, sobrinos y esclavos. Todos estos
integrantes estaban bajo el dominio del varón -bien sea de forma natural o por
la adopción-, quien descendía de una estirpe, siendo su principal obligación
proteger a sus miembros.
No en balde, la ley hace referencia a que el
individuo no tiene derecho a protección si no forma parte de una familia. Como
es de suponer, esta protección se paga con una estrecha dependencia. Pero
también se pueden enumerar una amplia serie de ventajas como la venganza
familiar o el recurso a poder utilizar a la parentela para pagar una multa ya
que la solidaridad económica es obligatoria. No obstante, si alguien desea
romper con su parentela debe acudir a los tribunales donde realizará un rito y
jurará su renuncia a la protección, sucesión y beneficio relacionados con su
familia. La familia vive bajo el mismo techo e incluso comparte la misma cama.
Tíos, sobrinos, esclavos y sirvientes comparten la cama donde la lujuria puede
encontrar a un amplio número de seguidores en aquellos cuerpos desnudos. Esta
es la razón por la que la Iglesia insistirá en prohibir este tipo de
situaciones y favorecer la emancipación de la familia conyugal donde sólo
padres e hijos compartan casa y cama. El padre es el guardián de la pureza de
sus hijas como máximo protector de su descendencia. Las mujeres tienen
capacidad sucesoria a excepción de la llamada tierra salia, los bienes raíces
que pertenecen a la colectividad familiar. Al contraer matrimonio, la joven
pasa a manos del marido, quien ahora debe ejercer el papel de protector.
El enlace matrimonial se escenifica en la
ceremonia de los esponsales, momento en el que los padres reciben una
determinada suma como compra simbólica del poder paterno sobre la novia. La
ceremonia era pública y la donación se hacía obligatoria. Entre los francos
alcanzaba la suma de un sueldo y un denario si se trataba de un primer
matrimonio, aumentando hasta tres sueldos y un denario en caso de sucesivos
enlaces. La ceremonia se completaba con la entrega de las arras por parte del
novio a la novia, aunque el enlace pudiera llevarse a cabo incluso años
después. Los matrimonios solían ser concertados, especialmente entre las
familias importantes, por lo que si alguien se casaba con una mujer diferente a
la prometida debía pagar una multa de 62 sueldos y medio. La joven tenía que
aceptar la decisión paterna aunque conocemos casos de muchachas que se han
negado a admitir el compromiso como ocurrió a santa Genoveva o santa
Maxellenda. Lo curioso del caso es que diversos concilios merovingios y el
decreto de Clotario II (614) prohiben casar a las mujeres contra su voluntad.
Esta libertad vigilada motivaría que algunas
mujeres tomaran espontáneamente a un hombre, en secreto, o que se produjeran
raptos de muchachas, secuestros que contaban con el beneplácito de la víctima
que rompía así con la rígida disposición paterna. Como es lógico pensar, todos
los códigos consideran a estas mujeres adúlteras mientras que el hombre se verá
en la obligación de pagar a los padres el doble de la donación estipulada. En
caso de que no se pague, el castigo es la castración. Si un muchacho se casa
con una joven sin el consiguiente mandato paterno, deberá pagar a su suegro el
triple de la donación determinada. Si esto se produce, el matrimonio ya es
irreversible por lo que debemos preguntarnos si el matrimonio no dejaba de ser
un pequeño negocio para los progenitores. Tras los esponsales se realiza un
banquete donde la comida y la bebida corren sin reparo -siempre que la economía
familiar lo permita-. El jolgorio se acompañaba de cantos y bailes de talante
obsceno para provocar la fecundidad de la pareja.
Durante el banquete la novia recibe regalos
tales como joyas, animales de compañía, objetos del hogar, etc. El novio
también le hace entrega de un par de pantuflas, como símbolo de paz doméstica,
y un anillo de oro, símbolo de fidelidad de clara tradición romana. Los romanos
llevaban el anillo en el dedo corazón de la mano derecha o en el anular de la
izquierda -continuando la tradición egipcia según la cual desde esos lugares
había un nervio que llevaba directamente al corazón-. Las damas nobles también solían
llevar un sello en el pulgar derecho, una muestra de la autoridad que poseía
para administrar sus propios bienes. La ceremonia concluye con el beso de los
novios en la boca, simbolizando así la unión de los cuerpos. Tras este rito, la
pareja era acompañada a la casa y se quedaba en el lecho nupcial. El matrimonio
debe consumarse para que alcance su legitimidad, consumación que se produce en
la noche de bodas. Al mañana siguiente el esposo entrega a su mujer un obsequio
llamado "morgengabe" para agradecer que fuera virgen al matrimonio,
dando fe de la pureza de la joven desposada y asegurándose que la descendencia
es suya. Esta donación post-consumación no se realiza en caso de segundas
nupcias.
De este "morgengabe" la viuda se
queda con un tercio y el resto será entregado a la familia en caso de muerte
del marido. La edad de matrimonio debía de estar próxima a la mayoría de edad,
es decir, los doce años, según nos cuenta Fortunato al hacer mención del
matrimonio de la pequeña Vilitutha a la edad de trece años, quien falleció a
consecuencia del parto poco después. Ya que la virginidad suponía el futuro de
la parentela, se protege a la mujer de raptos o violaciones, al tiempo que se
reprime la ruptura del matrimonio y se castiga contundentemente el adulterio y
el incesto. Los galo-romanos castigan la violación de una mujer libre con la
muerte del culpable mientras que si la violada era esclava, el violador debía
pagar su valor. Los francos castigaban este delito con el pago de 200 sueldos
en época de Carlomagno.
Podemos considerar que se trataba de una
mujer "corrompida" por lo que carecía de valor, incluso deben
renunciar a la propiedad de sus bienes. La única salida a la violación era la
prostitución. El incesto estaba especialmente perseguido, a pesar de no
tratarse de relaciones entre hermanos. Los matrimonios con parientes se
consideran incestuosos, entendiendo por parentela "una pariente o la
hermana de la propia esposa" o "la hija de una hermana o de un
hermano, la mujer de un hermano o de un tío". Los incestuosos eran
separados y quedaban al margen de la ley, a la vez que recibían la excomunión y
su matrimonio era tachado de infamia. El adulterio era considerado por los
burgundios como "pestilente". La mujer adúltera era estrangulada y
arrojada a la ciénaga inmediatamente mientras que los galo-romanos establecían
que los adúlteros sorprendidos en flagrante delito serían muertos en el acto
" de un solo golpe".
____ ____ ____ ____ ____ ____ ____ ____ ____ ____ ____ ____ ____ ____ ____ ____
Los francos consideraban el adulterio como
una mancha para la familia por lo que la culpable debía ser castigada con la
muerte. También entendían que el hombre libre que se relacionaba con una
esclava de otro era un adúltero por lo que perdía la libertad, lo que no
sucedía en el caso de que fuera su esclava con quien se relacionara.
Curiosamente los burgundios hacían extensión
de la definición de adulterio a aquellas mujeres viudas o jóvenes solteras que
se relacionaban con un hombre por propia voluntad. Si el violador o el raptor
son duramente castigados, el adúltero apenas recibe castigo ya que los posibles
hijos de esa relación son suyos. La mujer sí es culpable porque destruye su
porvenir. Afortunadamente, la influencia del Cristianismo cambiará estos
conceptos. En palabras de Michel Rouche "mientras que el paganismo acusa a
la mujer de ser el único responsable del amor pasional, el Cristianismo lo
atribuye indiferentemente al hombre y a la mujer (...) Se abandona la idea
pagana conforma a la cual el adulterio mancilla a la mujer y no al
hombre". Cierta idea de igualdad de sexos empieza a despuntar en el
Occidente europeo. Buena parte de la culpabilidad a la hora de no considerar al
hombre adúltero debemos encontrarla en la práctica por parte de los germanos de
la poligamia, mientras los galos-romanos mantenían el concubinato. Las
relaciones con las esclavas parecen habituales tanto en un grupo como en el
otro, naciendo abundantes descendientes de estos contactos. Los hijos nacidos
de esa relación eran esclavos, excepto si el padre decidía su liberación. Ya
que las mujeres eran elegidas entre personas cercanas al linaje familiar, la
costumbre germánica permitía al marido tener esposas de segunda categoría,
siempre libres, añadiéndose las esclavas. La primera esposa era la poseedora de
los derechos y sus hijos eran los receptores de la sucesión. Si la primera
esposa era estéril, los hijos de las concubinas podían auparse al rango de
heredero.
Los enfrentamientos en los harenes
nobiliarios y reales serán frecuentes. Chilperico llegó a estrangular a su
esposa, Galeswintha, para poder dar a su esclava Fredegonda el puesto de
favorita, lo que desencadenó la guerra civil entre los años 573 y 613. El papel
de la Iglesia respecto a la poligamia supondrá la más absoluta de las
prohibiciones, apelando a la indisolubilidad matrimonial y a la monogamia,
llegando a prohibir el matrimonio entre los primos hermanos. Será en el siglo X
cuando los dictados eclesiásticos en defensa de la monogamia empiecen a surtir
efecto. La ley burgundia y la ley romana autorizaban el divorcio, mientras que
la Iglesia lo prohibía. Evidentemente existen condicionantes que lo permiten,
siempre desfavorables con la mujer.
El divorcio es automático si la mujer es
acusada por su marido de adulterio, maleficio o violación de una tumba. El
marido será repudiado en caso de violación de sepultura o asesinato. El mutuo
acuerdo sería la fórmula más acertada para el divorcio, siempre y cuando los
cónyuges pertenecieran a la etnia galo-romana. Esta fórmula incluso será
aceptada, a regañadientes, por la Iglesia, al menos hasta el siglo VIII. Siempre
era más razonable que el llamado "divorcio a la carolingia",
consistente en animar a la mujer a que de una vuelta por las cocinas y ordenar
al esclavo matarife que la degollara. Tras pagar la correspondiente multa a la
familia, el noble podía volver a casarse porque quedaba viudo. No tenían igual
suerte las viudas ya que las leyes germánicas intentarán poner todo tipo de
impedimentos a un segunda matrimonio de una mujer viuda. Conserva su dote y el
"morgengabe", por lo que mantiene independencia económica. Pero si
vuelve a contraer matrimonio, perderá esta independencia al caer en el ámbito
familiar del nuevo marido y revertir el patrimonio en su propia parentela.
Los hijos eran especialmente protegidos en la
época altomedieval. En numerosos casos se intenta atraer hacia el niño las
cualidades de aquel animal querido y envidiado, por lo que se impondrán nombres
relacionados con la naturaleza: Bert-chramm, brillante cuervo, que hoy se ha
convertido en Bertrand; Wolf-gang, camina a paso de lobo; o Bern-hard, oso
fuerte, del que ha surgido Bernardo. De todas maneras se siguen produciendo
casos de exposición de hijos, ahora a las puertas de la iglesia.
Afortunadamente para el neonato, el sacerdote anunciaba su descubrimiento de
manera pública y si nadie reclamaba al pequeño pasaría a ser esclavo de quien
lo había encontrado. El niño sería confiado a alguna nodriza, siendo amamantado
hasta los tres años entre el pueblo. En caso de guerra los niños se convertían
en un preciado botín. Si una ciudad era conquistada, los conquistadores
asesinaban a "cuantos podían orinar contra la muralla" y se llevaban
a las mujeres y los niños menores de tres años. A pesar de la enorme natalidad,
la mortalidad infantil también era elevada por lo que el núcleo familiar no
debía de contar con numerosos niños.
Alguno solía ser entregado a un monasterio
para su educación, lo que equivalía entregar a Dios aquello que más se ama. La
educación estaba vinculada al mundo violento que caracteriza la Alta Edad
Media. El deporte y la caza serán los ejes educativos que se inician tras la
"barbatoria", el primer corte de la barba del joven. La natación, la
carrera o la equitación formaban parte de las enseñanzas fundamentales del
joven germano que tiene en el animal y en las armas a sus estrechos colaboradores.
Subir al caballo era todo un ejercicio gimnástico al carecer de estribo hasta
el siglo IX, siendo el animal uno de los bienes más preciados, tal y como
podemos comprobar en el caso de un joven llamado Datus, quien conservó su
caballo y dejó a su madre prisionera de los musulmanes durante un ataque de
éstos a Condues en el año 793. El joven no entregó su caballo a pesar de que
los islámicos arrancaron los senos de la madre y luego le cortaron la cabeza
ante sus propios ojos.
En un mundo tan marcado por la violencia
parece cargado de lógica que la preparación militar sea la elegida para los
jóvenes nobles, si bien en las escuelas monásticas podían aprender los
rudimentos de la lectura y la escritura. Los ancianos ocupan un curioso papel
en el entorno familiar altomedieval. Ya que la media de vida alcanzaba los 30
años, no debía ser muy común ver a ancianos en la sociedad. Su escaso número es
proporcional a su utilidad, excepción hecha de los jefe de clanes o tribus, los
llamados "seniores". Si el anciano mantiene sus fuerzas será aceptado
por la sociedad. Si esto no es así, su futuro sólo le depara donar sus bienes a
una abadía donde se retirará. En la abadía recibirá comida, bebida y
alojamiento.